La exposición a polvo en el lugar de trabajo constituye un factor de riesgo que puede afectar a los trabajadores, generándoles enfermedades respiratorias por exposición al mismo.

El polvo es considerado como un agente químico peligroso; éste puede representar un riesgo para la seguridad y salud de los trabajadores debido a sus propiedades fisicoquímicas, químicas o toxicológicas y a la forma en que se utiliza o se halla presente en el lugar de trabajo.

El polvo puede estar compuesto por partículas o bien por fibras, siendo estas últimas más largas que anchas. En el apartado de La sílice, podemos ampliar información.

Según el tipo de polvo, en nuestro caso en forma de partículas de tamaño microscópico, los efectos sobre la salud pueden ser más o menos graves. No obstante, no hay polvos inocuos; cualquier exposición a polvo supone un riesgo, todo dependerá de diversos factores como la dosis, que es el resultado de considerar de manera proporcional el tiempo de exposición y la concentración de contaminante en el ambiente en mg/m3.

En general, el polvo provoca irritación de las vías respiratorias y, tras exposiciones repetidas, puede dar lugar a problemas pulmonares. Otros tipos de polvo provocan enfermedades específicas, como por ejemplo, las relacionadas con el polvo en general y con la sílice, que son conocidas como neumoconiosis y silicosis.

Según la Instrucción Técnica Complementaria 2.0.02 aprobada por la Orden TED/723/2021, de 1 de julio, del Reglamento General de Normas Básicas de Seguridad Minera que aprueba el Real Decreto 863/1985, de 2 de abril, define el polvo como una suspensión de materia sólida, particulada y dispersa en la atmósfera, producida por procesos mecánicos y/o por el movimiento del aire.